lunes, 29 de mayo de 2017

Durante unos instantes te perdí

Dentro de la oscuridad de la noche mi corazón late sobresaltado ante un sonido que me llega lejano como un sueño. Me incorporo en la cama y soy testigo consciente del ring real del teléfono. Aturdida y temblorosa me levanto. Tan sólo el sonido persistente de la llamada rompe la sensación de soledad de la casa. Ni siquiera me calzo. Llego apresurada a coger la llamada y al descolgar escucho una voz de una mujer alterada que no reconozco. En primera instancia pienso que es alguien que se ha confundido y en la intención de colgar mientras alejo el auricular de mi oído, escucho entre sollozos: -Nena, tu papá está tumbado en el suelo, está morado...mija, ayúdame!- y al instante me viene la imagen de mi querido padre ahí tirado en el suelo, sin vida. En el fondo de mi corazón siento que no es algo tan improbable pues las últimas veces que lo había visto,  no tenía demasiado buen aspecto, hasta había comentado con mis hermanos esta posibilidad, pero al vivirla, es totalmente avasalladora. Al instante,  mi cuerpo entra en shock y comienza a temblar de manera exagerada, mi mente se colapsa. Soy incapaz de dejar de moverme de un lado a otro mientras que de mis ojos brotan grandes lágrimas que me impiden poder ver con claridad. - Carmina para, piensa ¿qué debes hacer?...-Es tal la angustia que siento, es tal la tristeza que no puedo concentrarme. Cuando consigo coger el teléfono móvil casi no puedo marcar, tengo las manos llenas de lágrimas y de mocos retirados, que nacen y nacen sin parar entre el llanto desgarrador.
-¡Manuel, Manuel!- grito aturdida al conseguir contactar con mi marido que está de viaje de negocios-mi padre Manuel, se muere...tengo que llamar a la ambulancia y no me acuerdo del número de su casa. ¡Oh dios mío, dios mío!- es tal el caos emocional en el que me encuentro que soy incapaz de poder gesticular una frase seguida con algo de sentido, en mi mente solo hay un vacío acompañado de un cuerpo tembloroso que se convulsiona totalmente ajeno de la necesidad del momento.  Quiero ser de ayuda y el dolor, el miedo a la probabilidad de no sentir nunca más su voz, me noquea, me paraliza. Lo único que tiene rienda suelta son estas emociones tan puras e intensas. Cuanto amo a mi padre, nunca pensé que la primera noticia de su ausencia fuera a ser tan increíblemente arrolladora y traumática.
Una vez que consigo contactar con mis hermanos y llamar a la ambulancia, todo ello dentro de un estado de pánico absoluto. Al comunicarme que su corazón late, mi nivel de estrés comienza a descender.  Más tranquila soy capaz de ir al baño, mirar en el espejo mi cara congestionada y allí apoyada sobre la pica coger aire profundo mientras siento que tenemos una segunda oportunidad. 
-Que suerte la mía, podré aprovechar para decirle lo mucho que lo quiero- me digo a mis adentros. Hoy he sido testigo del enorme dolor que sentiré cuando mi padre fallezca y en vez de vivirlo en la muerte, aprovecharé toda esa energía para disfrutarlo, si se deja, en vida.

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